Cuando la conocí traté de "impresionarla", le hablé de mi necrofilia pasiva y me comporté más odioso de lo que soy; solo han pasado semanas, muy pocas semanas, y ahora solo le digo que no me importa si fuma y fuma, o si la migraña que la aqueja la lleve "hacía la locura", además, no me gustan las personas "cuerdas", de esas hay demasiadas. Ayer me dijo que me había escrito algo, yo insistentemente le pedía que me diera aquellas letras, hoy por la tarde recibí un mail y ha sido una buena sorpresa lo que ella me ha escrito...
EL OLOR HABIA VUELTO
El olor había vuelto. Carolina se desmoronaba en cada respiración. Contempló la calle, bebía un tinto avinagrado y fumaba un Montana casi mojado.
Le parecía absurdo el retorno de ese olor, hacía 1 mes que Juan aparecía en su vida, y desde entonces los recuerdos, olores y tactos se veían desaparecer. Pero el olor aumentaba y Carolina entraba en un estado de asco y desesperación. Juan llegaría en cualquier momento y ella seguía desnuda junto a la ventana, sintiendo como el olor penetraba de nuevo entre sus piernas. La voz de Janis Joplin erizaba sus pezones, el recuerdo la atacaba, convulsiones arítmicas la embestían, voces, gritos, rostros, sombras, persecuciones.
Buscó en el cajón la hoja donde amontonaba la hierba, tenía un color mortífero, como si la piel verdosa estuviera podrida y enclaustrada en el papel. Sacó la pipa que tenía grabado su nombre y la llenó del material pastoso, fueron tres las veces que el humo se vació en su interior. El timbre sonó y justo cuando giró la perilla sintió su desnudez. Estaba en la puerta el hombre que amaba sin conocerlo, que llenaba de ansia y deseo su ser, y que no conocía...ni siquiera por foto.
La sorpresa de verla desnuda, provocó en él una leve sonrisa, apenas perceptible. Carolina dijo un –ya te esperaba- inerme.
El abrazo les cortó por instantes el aliento, Juan hablaba de su viaje y de las muchas personas que viajaban en autobús, mientras le observaba los pezones erizados a su compañera. De manera natural Carolina encendió un cigarro, ni siquiera le preguntó si le molestaba. Juan tosía y sus gestos denotaban enojo, malestar. La radio aún sonaba con la voz de Joplin, la calle en silencio parecía escuchar la charla sin sentido, que ahora habitaba en el departamento 6 de una calle de la ciudad. El olor la golpeó de nuevo, la angustia se veía entre las pupilas dilatadas...el olor se mezclaba entre los muebles, entre el tiempo. Las manos de Juan la acariciaban, pero el protervo olor no cesaba.
Líquido blanco brotaba de su sexo, Carolina en el suelo jugaba al amor, las carcajadas penetraban los sentidos de él, iracundo la buscaba en el mosaico, le hablaba del ahora, del aquí, de los dos. Carolina se perdía en su agonía, buscaba un cuerpo, una mano. Un padrenuestro se escuchaba a lo lejos, las paredes se ensanchaban, los colores transgredían el espacio, las voces revoloteaban.
El trance parecía interminable, Juan tomó el teléfono gris que estaba en la mesa de sala y llamó a una ambulancia.
El olor se difuminaba, Carolina repetía una y otra vez “down on me” de la Janis, mientras Juan se buscaba entre la memoria, el tinto le amargó el gaznate, mientras ella, yacía balsámica, estúpida, vomitada entre las sombras.
Rosminda Perlasca
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